Demián Flores: Juchilango

Germaine Gómez Haro | 2008

Oaxaca es el único estado de la República Mexicana donde se ha desarrollado una tradición propia de arte contemporáneo. Desde hace más de dos décadas es un vibrante centro de producción artística que ha despertado un creciente interés a nivel nacional e internacional por la pléyade de creadores locales y foráneos que ahí confluyen y por la diversidad de su arte. Al cotejar el trabajo de los artistas oaxaqueños contemporáneos, se percibe entre ellos un cierto “aire de familia”. Diríase que al respirar la misma cultura milenaria que se palpa con los ojos hasta en el rincón más recóndito de esa imponente tierra mixteco-zapoteca, su “parentesco” transmina en sus obras. Desde mi perspectiva, la principal característica de la plástica oaxaqueña contemporánea es que los autores, de una u otra manera, buscan plasmar en sus trabajos la presencia de su cultura autóctona y para ello utilizan muy diversos lenguajes de actualidad.

En este contexto, el arte de Demián Flores Cortés ha destacado desde sus inicios por la complejidad y originalidad de sus propuestas conceptuales y plásticas. Nacido en Juchitán en 1971, de padre morelense y madre juchiteca, Demián emigró a los trece años de edad a la ciudad de México, donde se formó como artista visual en la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA). En sus inicios se dedicó mayormente a las artes gráficas y se dio a conocer como un excelente dibujante, rasgos que permanecen como huellas distintivas en el desempeño de su trabajo pictórico.

En su constante vaivén entre el Distrito Federal y Juchitán, Demián ha tejido una intrincada red de referencias y analogías que urden la tradición istmeña de su región natal y el ámbito urbano donde creció y perfiló su quehacer artístico. Desde sus inicios en la gráfica, su búsqueda se ha centrado en el rescate y reinterpretación de las tradiciones culturales zapotecas con el fin de transfigurarlas desde una mirada crítica plenamente contemporánea. Por la vía de la experiencia personal y mediante un proceso de recopilación de usos y costumbres que perviven en algunas comunidades, Demián ha construido un repertorio icónico en el que fusiona signos y símbolos de las dos culturas que conforman su ser: Juchitán y el Distrito Federal. De ahí que, con el ingenio y humor que lo caracterizan, se autodenomine Juchilango, término asimismo híbrido que asocia “juchiteco” y “chilango”.

Las pinturas y obras gráficas que integran la exposición Juchilango forman parte de ocho series temáticas que Flores Cortés ha presentado en distintos espacios entre 2000 y 2007. Más que una retrospectiva en el sentido convencional del término, esta exposición tiene como objetivo proponer una relectura de su trabajo a través de los temas y obsesiones que son parte del proceso creativo que lo ha llevado a forjarse un lenguaje plástico y conceptual enteramente personal. La mirada crítica de la curadora Olga Margarita Dávila y los textos puntuales de los diversos especialistas convocados a reflexionar sobre una obra específica de cada serie, proporcionan las herramientas necesarias para contextualizar la producción del artista.

En Cambio de piel (2000), Demián recurrió a la tradición prehispánica de los glifos como vocablos icónicos de representación en las pinturas de códices para crear el binomio antigüedad/modernidad al fusionarlos con figuras emblemáticas de la cultura popular moderna. Es el caso de Xipetotec, donde aparecen en primer plano el dios prehispánico desollado y el Hombre Araña de las historietas, como una alusión a la coexistencia de diferentes épocas y tradiciones en un mismo espacio atemporal.

Demián Flores utiliza imágenes de choque y, a partir de la reconstrucción y decodificación icónicas, plasma con humor y sentido crítico la simbiosis cultural. Sobre la serie Monte Albán (2001) comenta: “Traté de unir dos tiempos en un espacio mítico: el juego de pelota prehispánico y el fútbol moderno en la ciudad de Monte Albán, de la cual intenté captar su sentido espacial”. La superficie de los lienzos cubierta con hoja de oro propone diferentes códigos simbólicos que hacen alusión a la importancia de este metal en las diferentes épocas y culturas.

En Arena México (2000-2001) y Novena/Homerun/Playbol! (2003-2004), Demián recurre a la lucha libre y al béisbol para desarrollar sus indagaciones en torno al deporte como generador de identidades y reflejo de la sociedad. La lucha libre es uno de los deportes más populares en nuestro país que ha dado lugar a personajes fantásticos que forman parte de nuestra historia social y cultural. El béisbol es el deporte favorito de los oaxaqueños y Demián lo vincula al talayi, juego de pelota tradicional juchiteco que se juega con una pelota de esponja y se utiliza el brazo en vez de bat. Una vez más, Flores Cortés hace un comentario acerca de la identidad cultural pues el talayi juchiteco resulta de una simbiosis de la tradición local y la influencia del deporte estadounidense.

En la serie Lulú (2004), el artista rinde homenaje a los grandes creadores del arte Pop tomando como referencia a personajes célebres de las historietas mexicanas: Kalimán, la familia Burrón, Lulú, el Pato Pascual, entre otros. Defensa Personal (2005) surge también de los folletines populares que se utilizan para enseñar a la gente a defenderse, pero también tiene que ver con una denuncia de la violencia que nos rodea. Su trabajo reciente reunido en la serie Pinturas/Bidxaa-Freaks (2007) va más lejos en la exploración del tema de la violencia como elemento generador de profundos cambios sociales. Así lo expresa el artista: “En esta muestra mantengo mi postura de fuerza de identidad y combate geopolítico, presentes en mi trabajo desde hace más de diez años. Ahora exploro el concepto de una Patria insólita y monstruosa”. La desastrosa situación política que se ha vivido en Oaxaca durante los dos últimos años ha dado lugar a pinturas de una profunda expresividad y fuerza conceptual que son reflejo del compromiso con su tierra, con su tradición y con el tiempo que le ha tocado vivir.

El trabajo de Demián Flores se puede leer como una crónica gráfica que evoca una realidad que se palpa hoy en todos los confines de nuestro país: la pérdida de identidad de nuestra cultura como resultado de la incontrolable invasión mediática y de los cambios geopolíticos. Si en el siglo XVI la fusión de las culturas hispana y mesoamericana se dio por la vía de la destrucción sistemática del pasado indígena, a partir de la segunda mitad del siglo XX hemos sido testigos de otra suerte de colonización consumada por el estrepitoso bombardeo de imágenes emitidas, principalmente, desde la hegemonía de la sociedad de consumo estadounidense hacia las periferias. Además del efecto abrumador de los medios electrónicos de comunicación que penetran zonas remotas del país, en Oaxaca se vive el fenómeno de la infiltración de la cultura norteamericana a través de los migrantes que se van “al otro lado” y regresan a su terruño generalmente apabullados por el espejismo del american way of life. A diferencia de muchos de los artistas oaxaqueños de su generación que se contentan con repetir fórmulas y estereotipos que satisfacen las demandas edulcoradas de un mercado del arte desmedido, el arte de Demián Flores destaca por su utilización de lenguajes neo-conceptuales innovadores, por su incesante experimentación técnica y por el sutil equilibrio entre la narrativa y el discurso crítico.

“Mi trabajo –expresa- es el resultado de una reflexión de lo que me ha tocado vivir pues crecí entre dos polos opuestos: hablo zapoteco pero también veo MTV… He navegado entre dos mundos y ese mestizaje está presente en toda mi obra”. Dos universos opuestos y complementarios, la tradición y la vanguardia, su yo frente a la otredad, permean el arte del Juchilango, el chilango juchiteco que habla de su tierra en un lenguaje universal.