Xilografías mentirosas de Demián Flores

Jorge Alberto Manrique | La Jornada | 29 Jan 1997

Demián Flores realizó hace meses un ``libro de artista', ejemplar único, que se llama Vida, muerte y mentiras, el cual consta de 24 grabados en madera y 34 variantes de impresión (puesto que las placas de madera están recortadas y reacomodadas) en un formato grande (30 por 40 cm), en blanco y negro y a veces con camafeo, ya que las planchas, contra lo que es común, se han impreso en tórculo. Lo que de paso no permite, dado lo deleznable del material, sino un número limitadísimo de impresiones: esto es, las pruebas y el ejemplar definitivo. Ese libro non, de técnica poco ortodoxa, trae una selección de mentiras juchitecas hecha por el poeta Macario Matus y se estampó hace meses en el Taller Posada de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM, bajo el cuidado del artista Pedro Ascencio y del propio Demián Flores.

Ahora se ha impreso por la Fundación Guiée Xhúuba, Arte Oaxaqueño, un trasunto menor de aquella empresa: trae los grabados de Demián en reproducción fotográficas reducidas y que no incluyen todos los grabados y variantes del libro único, un texto de Matus, quien hizo la selección de diez mentiras inéditas que aparecen, y otro pequeño mio. Es un librito que hace accesible la obra del artista a un público amplio.

Dice Matus que, entre otras, pervive entre los zapotecas una forma literaria verbal (apenas recientemente comienza a recogerse e imprimirse) que ``traducida al español quiere decir `mentiras` o el arte de mentir'; y que ``se parte de la realidad sólo para arribar a los terrenos de la fantasía desbordante o al plano de la surrealidad'. Y así es, en verdad, si juzgo por los pocos ejemplos que conozco. Menos coincidiría con su opinión de que: ``La mentira a pesar de su inverosimilitud tiene que ser creíble, posible, realizable'. Porque no es creíble que Luis Mario se haya ido por la vía sobre dos jabones marca Octagón de Juchitán al santuario guatemalteco del Señor de Esquipulas, ni que aquel otro tuviera un miembro viril con el que hacía el amor de uno al otro lado de la vía del tren, y etcétera; son mentiras que se aceptan como tales por los oyentes, pero cuyo metalenguaje, precisamente en ese género peculiar, requiere estar estructurado de tal forma que resulte sorpresivo, deslumbrante y revelador.

Los grabados de Demián Flores --nacido en 1971 y que ya ha realizado una buena cantidad de exposiciones individuales y colectivas y ha recibido reconocimientos importantes-- no ilustran realmente los hechos o los aconteceres de las mentiras juchitecas. No pretenden hacerlo en un modo directo. Son la manera como se manifiesta su personalidad plástica de hombre del Istmo, inmerso en esa cultura, frente al hecho textual ``mentira', cómo éste lo toca, lo revuelve, le alucina, lo lleva a inventar formas. ``Toda obra pictórica o gráfica o escultórica es, de hecho, una mentira cuando es figurativa y remite a una realidad exterior. De lo que se trata es precisamente de cuál es la manera personal de mentir de Demián Flores, grabador. Sus xilografías son un ensayarse a pleno blanco y negro frente al fenómeno de la mentira.

La suya es esa manera ruda, casi elemental, del blanco y el negro y del esgrafiado producido por el efecto de la gubia o de la navaja, que no dejan de recordar el expresionismo de los grabadores alemanes y nórdicos de la primera mitad del siglo. Y ahí están sus cuerpos de hombres no se sabe bien si inconclusos o mutilados, la tensión de la madera herida por la gubia inclemente, la sutileza escondida de la veta a flor de plancha. Así como la palabra, en un texto mentiroso, puede tener diversos papeles y jugarse como una cosa y su contrario, en las xilografías de Demián Flores las formas --que adquieren calidad de elementos sígnicos-- se reacomodan, se invierten, dicen y se contradicen. Un juego donde lo erótico, tenso, a veces casi dramático es y no es, donde la oposición del blanco y el negro se pone en duda al entremezclarse en las sutiles vetas de la madera. Donde el derecho se hace revés y viceversa.

No nos relata Demián Flores los cuentos de ese alucinante mundo mendaz: nos relata su propia reflexión mentirosa, plástica, acerca del género.