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A principios del año 2003, el pintor juchiteco Demián Flores recibió una invitación por parte de la Fundación Amigos de Oaxaca encausada por el maestro Francisco Toledo, para exhibir en aquel estado la serie Novena, un conjunto de piezas sobre el béisbol que realizara durante su estancia en la Cité Internacionale des Arts, en París. Casi inmediatamente, luego de algunas reuniones de trabajo con Alfredo Harp y su equipo, se fijó una fecha para su inauguración y, por invitación del artista, comenzaron también mis funciones como curador de la muestra. Al cabo de unos meses el proyecto llegaría a buen puerto; además de levantar un museo provisional bajo las gradas del estadio de béisbol Eduardo Vasconcelos delimitado con tablaroca y triplay, alfombrado con pasto sintético e iluminado especialmente para la ocasión, se lograría una importante comunicación impresa: más de mil catálogos para instituciones e interesados, tres mil catálogos rústicos para obsequio a los visitantes, 7000 suplementos distribuidos como encarte a todo el estado por el patrocinio del diario El Imparcial y además, 1500 ejemplares de una antología literaria con la obra de nueve autores: Eduardo Lizalde, Alberto Blanco, Francisco Hernández, Raúl Renán, Julio Trujillo y Alejandro Ortiz, entre otros. Además, por si fuera poco, se pudo acompañar la exposición con una nutrida oferta de actividades paralelas: una muestra de timbres alusivos en el Museo de la Filatelia, un ciclo de cine al aire libre organizado por El Pochote y un par de mesas redondas.- En pocas palabras, por primera vez y como nunca, gracias al apoyo económico de la fundación y la asistencia logística de varias instituciones como el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, se pudo cumplir con una vieja añoranza de la promotoría cultural: ejercitar sin limitaciones económicas o administrativas, una forma horizontal de oferta cultural, en la que las poblaciones más tangenciales al mundo del arte marginadas o ajenas a él adquieran, como únicos interlocutores, una posición nuclear. Y este recuento porque ahora, gracias a la mancuerna establecida entre la revista Origina y la Casa LAMM, es posible apreciar aquella exposición rebautizada en spanglish como Playbol, que bajo la dirección curatorial de Víctor Samudio Taylor ha cerrado su lista de obra de la siguiente manera: 9 pinturas al óleo de gran formato (tres de ellas creadas ex profeso para esta entrega), 10 gorras bordadas (con frases célebres de Pedro El Mago Septién diseñadas por el artista), 120 pelotas de hueso dibujadas (con los rostros de los Presidentes de México, los Niños Héroes y los héroes de la Independencia), 17 bates transformados por un torno, y además, un par de animaciones no exhibidas aún; una que presenta a un pelotero lanzando los nombres de los Presidentes de México y otra que fusiona al talayi o pelota mixteca con crestomatías del cine hollywoodense. Por el lado de las pinturas a diferencia del qué, resultaba evidente la transformación de su cómo, proponían hace un año la continuación del espacio en blanco propuesto en Monte Albán que oxigenaba el barroquismo previo, esa carga compositiva de sus cuadros de lucha que se presenta ahora en la nueva serie de Lulú y se percibía el interés por permitirle al observador, a través de ésta, completar el sentido de sus narraciones; ese espacio de lino crudo, ese silencio, resulta también significante en la obra de Flores. Con respecto a la reciente incorporación del objeto hace unos años, cabe decir que nutre a la bidimensión del autor gráfica o pintura de forma notable: tanto pelotas como bates o gorras en este caso; más bien, como parafernalia de un juego inexistente, un equipo deportivo para el ejercicio de la identidad imaginemos a alguien con esas gorras y dando con el bate a esas pelotas, continúa explotando esa forma refinada de la inteligencia que es el sentido del humor y que Flores explota con elegancia. | web design: expomas.com |