El peso de la existencia

Christine Frérot | 2008

La hibridación de imágenes es cercana a la subversión. Rompe el orden de lo racional, introduce la ruptura del sentido, construye un más allá de la imagen; iniciado sin dificultades por los dadaístas, tanto por juego como por rebeldía, sigue siendo éste el resorte fundamental de la pregunta lúdica del sentido y de la forma. Si es destrucción, es también reconstitución. En una dramaturgia que lleva la imagen hacia otros horizontes plásticos y conceptuales, el artista corta, dispersa, contamina, yuxtapone y reensambla. Tantos gestos que funden la dimensión onírica (Max Ernst) o poética (Hanna Höch), a veces provocadora (Equipo Crónica), frecuentemente metafórica de esas miradas reconstruidas por un imaginario cultivado, el inconsciente o el instinto del artista.
Nada de esa libertad adquirida por sus predecesores surrealistas o Pop le escapan al artista de hoy. Le permiten abrir su imagen hacia otros espacios y otros tiempos. El estado de ánimo queda intacto pero las fuentes cambian. El desarrollo de la cultura de masa por intermedio de las tiras cómicas es un fenómeno que, desde los Estados Unidos, toca al mundo entero. La difusión planetaria de Mickey y más recientemente la de los Simpson, es considerada como una nueva colonización a través de la imagen, rol que un día tuvieron las imágenes religiosas, cuando invadieron el nuevo mundo (Serge Gruzinski), vinculando otra cultura, imponiendo otros valores. Numerosos artistas latino-americanos las integran a su creación dándoles la vuelta, como es el caso de las esculturas híbridas del colombiano Nadin Ospina, o las satíricas puestas en escena de Mickey por la argentina Liliana Porter, por solo nombrar dos. En cuanto a las figuras de Astérix (francés) o de Tintín (belga), no tienen ese éxito mimético debido a que sus héroes son los protagonistas de historias inscritas en tiempos definidos y limitados a los cuales es más difícil de identificarse a pesar de la presión del mundo globalizado.
Demián Flores eligió la figura de MAD (tira cómica), el “héroe” un poco loco de los años 50, maestro del pastiche y de la parodia. Que haya sido por puro azar o haya sido una elección deliberada, la cohabitación de los signos está impregnada, más o menos conscientemente en el artista, de las imágenes generadas por una sociedad que lo molesta y cuya proliferación es inevitable y enajenante. Social o político el acto pictórico sigue siendo un acto estético. En una primera mirada a la propuesta pictórica de Demián Flores, nos sentimos atraídos por esa inmensa mancha negra que ocupa gran parte del espacio, que por otro lado, queda totalmente virgen de todo elemento que pueda dañar la eficacia de la mirada. Tenemos frente a nosotros una especie de construcción piramidal al revés, muy sobria, eficaz, de donde emergen dos figuras identificables: la de MAD a lo alto de la imagen, y en el suelo, en posición recostada, la figura del jugador de béisbol. MAD aparece como una especie de vampiro sonriente que se burla del espectador. Símbolo del hiper capitalismo norteamericano, este extiende su inmensa capa negra para aplastar otro símbolo de poder: al “héroe” de béisbol, deporte anglosajón por excelencia. Luego entonces íconos de una sociedad urbana hegemónica, donde sonrisa e ironía se conjugan con la violencia del impacto de la masa oscura cuya energía absorbe toda la significación de la representación. Sin embargo, las dos figuras están bien integradas plásticamente al conjunto, así mismo la elección de una paleta reducida a negros, grises y blancos sobre fondo de lino crudo, apoya un poco más la fuerte presencia de esta imagen.
También es de atender en la pintura de Demián Flores el guiño simpático que hace a la impertinencia de las páginas de MAD, al inscribirla dentro de una forma de narración contestataria basada en la recuperación y el desvío de imágenes conocidas. Acá, una ficticia (MAD) y la otra real (el jugador de béisbol), se unen para construir un discurso cuya duplicidad formal (rostro negro versus rostro blanco, líneas versus masas) combina las posturas irrisorias del “héroe virtual” y del “héroe real”, induciendo, quizás, a una lectura metafórica ilusoria.

*traducción del francés por Flo Drake del Castillo