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Demián Flores y sus proyectos Zegache (I DE II) La Jornada Semanal, domingo 20 de diciembre de 2009 Num: 772 Como parte de los proyectos que desarrolló la Fundación Cultural Rodolfo Morales, en 1997 se restauró la arquitectura de Santa Ana Zegache, una hermosa iglesia ubicada en las cercanías de la ciudad de Oaxaca. Posteriormente, por iniciativa del artista oaxaqueño se desarrolló el proyecto Talleres comunitarios Zegache, para dar continuidad al rescate de los portentosos retablos barrocos del mismo templo. Desde su fundación en el año 2000, la restauradora Georgina Saldaña Wonchee ha sido la incansable impulsora de este proyecto. A partir de 2007, Demián Flores –quien, siguiendo los pasos de los maestros Toledo y Morales, ya destaca como uno de los más activos y comprometidos promotores culturales de Oaxaca– se une a Georgina para apoyarla en el desarrollo de estos talleres donde se imparten los oficios de talla en madera y ebanistería, la aplicación de hoja de oro y plata, el bordado a mano, la restauración de arte colonial, la reproducción de los espejos que integran el retablo para su comercialización, la elaboración de papel y encuadernación, el dibujo y la gráfica para adultos y niños, en colaboración con el Taller de Gráfica Actual de Oaxaca y La Curtiduría, espacios de creación y desarrollo de proyectos que el mismo Demián ha fundado en la ciudad. En estos talleres se están formando jóvenes zegachecos en la recuperación de oficios perdidos, con el fin de proporcionarles fuentes de trabajo en la restauración del patrimonio artístico que tanta falta hace en todos los pueblos de nuestro país. El objetivo de Demián y Georgina es ofrecer a estos muchachos la oportunidad de obtener un empleo digno que les permita permanecer en sus comunidades en vez de migrar al otro lado. Para tal efecto se ha creado el programa Adopte un migrante, mediante el cual se consiguen donativos para becar a los jóvenes por un período de dos años. A la fecha se cuenta con diecisiete jóvenes egresados de los talleres que ya trabajan en el rescate y conservación del templo, contribuyendo a la recuperación de su belleza original y a la preservación de su esencia como centro espiritual comunitario. No hay que perder de vista que en los pequeños poblados en nuestro país pervive la tradición de considerar a la iglesia como axis mundi, no sólo por motivos religiosos, sino como espacio de congregación que fomenta la convivencia social y el intercambio cultural y comunitario. Por lo tanto, un gran número de jóvenes aspira a ingresar a los talleres y a ser partícipes del rescate de su patrimonio, toda vez que la capacitación en tan nobles oficios les da la oportunidad de salir a buscar empleos dignos en otras comunidades, por lo que la difusión de este programa es fundamental para incorporar cada vez a más donantes. Como bien expresa Georgina Saldaña, “Adopte un migrante, rescata una obra de arte y se refiere también al rescate de una cultura, de un patrimonio y de una forma de vida dentro de una sociedad marginada.” A la fecha se han restaurado cuatro retablos del siglo XVIII y quedan aún ocho pendientes. Como una vía alterna de captación de fondos en apoyo al desarrollo de los Talleres Comunitarios Zegache, Demián Flores tuvo la genial idea de encargar a los jóvenes aprendices reproducciones de unos espejos barrocos encontrados en el templo e invitar a artistas contemporáneos a intervenirlos. El artista pinta o interviene en total libertad el espejo de madera y los alumnos, a su vez, hacen cinco copias idénticas. Cabe mencionar que resulta prácticamente imposible distinguir el original de la copia, y ahí queda patente la extraordinaria maestría técnica de los jóvenes zegachecos. La primera fase de la Intervención artística contemporánea sobre el siglo XVIII se llevó a cabo en 2007 con la participación de veinticinco artistas de reconocida trayectoria, entre los que estaban Francisco Toledo, Sergio Hernández, Irma Palacios, Gustavo Monroy, Germán Venegas, Boris Viskin. Con la venta de ese conjunto se restauró el cuarto retablo. Por segundo año consecutivo Casa Lamm acoge este loable proyecto que resulta, a la vez, admirable y divertido, y se presenta el segundo grupo de artistas invitados, integrado por una pléyade de nombres, estilos y géneros que van de Helen Escobedo, Felipe Ehrenberg, Martha Palau, Vicente Rojo, a generaciones posteriores como Rafael Cauduro, Nahum B. Zenil, Magali Lara, Roberto Turnbull, Luis Argudín y algunos más. Resulta asombrosa la variedad de interpretaciones que cada creador imprime al mismo marco de madera que ha dejado de ser un espejo decorativo para convertirse en un objeto de arte singular. Demián Flores y sus proyectos Zegache (II Y ÚLTIMA) La Jornada Semanal, domingo 3 de enero de 2010 Num: 774 En su quinta exposición individual en la Casa Lamm, Demián Flores presenta veintidós pinturas, veintiocho objetos intervenidos o ready mades y una carpeta gráfica, reunidos bajo el título de Zegache que se refiere al templo dieciochesco de Santa Ana Zegache, fuente de inspiración de su trabajo reciente. Como se mencionó en la entrega anterior (domingo 20 de diciembre), Flores, en complicidad con la restauradora Georgina Saldaña Wonchee, ha sido promotor del loable proyecto Talleres comunitarios Zegache donde participan jóvenes de la comunidad en el aprendizaje de diferentes oficios tradicionales que se han perdido al paso del tiempo. La estrecha interrelación del artista con el templo y con la comunidad zegacheca lo ha llevado a desarrollar esta nueva serie que incorpora, en diversos planos de percepción, un repertorio de signos y citaciones que hacen alusión a sus tribulaciones y cuestionamientos sobre la cultura popular y urbana. La hibridación cultural ha sido uno de los temas permanentes a lo largo del quehacer plástico de Demián Flores, cuya trayectoria, dicho sea de paso, está marcada por un asombroso ritmo ascendente. Dentro de las jóvenes generaciones de creadores oaxaqueños que, en su mayoría, muestran una suerte de altibajos en sus procesos creativos, el trabajo de Demián Flores destaca por la solidez de sus propuestas, la congruencia de su discurso formal y conceptual, y su impresionante capacidad de síntesis de los lenguajes con temporáneos expresados en una obra de carácter muy personal en la que contrapone los dilemas de la tradición y la modernidad, o, por decirlo de otra manera, las ambivalencias y contradicciones de lo global y lo local. En la serie de pinturas Zegache, Demián juega con las formas decorativas barrocas que extrae de los retablos y pinturas del templo, y las incorpora de una manera sutil, poética y atrevida a sus complejas composiciones pictóricas. El juego de las superposiciones de imágenes ha sido una constante formal en su lenguaje desde sus inicios. No por casualidad llamó Palimpsesto a una de sus primeras series presentada en 1994 en la Casa Universitaria del Libro. Señala el propio autor: “En estas pinturas opté por usar una serie de viejos estarcidos, que son los registros que utilizaron los restauradores de la pintura mural del templo, es decir, calcas de los originales del muro, los yuxtapuse con dibujos míos y nuevos recursos formales, como la incorporación de otros elementos ornamentales y técnicos como la hoja de oro y el uso de pinturas sintéticas y esténciles.” El resultado es un fascinante calidoscopio de imágenes entreveradas que se revelan y se esconden entre las numerosas capas pictóricas que, como se ha dicho, a manera de palimpsesto componen el lienzo. En el brillante ensayo que escribió el curador español Pablo Rico para la publicación que acompaña la muestra (editado por el Taller Gráfica Actual Oaxaca), señala que las pinturas-palimpsesto de Demián Flores “tienen que ver con lo sagrado: revelan una intención sobrenatural de pintar sobre lo ya pintado, de insistir esencialmente –Insisto, luego existo–, creando imágenes complejas, cargadas de profundos significados al tiempo descriptivos y propiciatorios, es decir, realistas y simbólicos. Así pintaban en el origen de los tiempos”. Y, efectivamente, cuando uno está frente a estos lienzos, se percibe una delirante fusión de lo arcaico y lo postmoderno, lo sagrado y lo profano, a través de una iconografía –suerte de melting pot– que reúne sutilmente metáforas alusivas a diferentes tiempos, contextos y realidades. “El proyecto es tematizado a partir del mestizaje cultural como signo de nuestra contemporaneidad, explorando los traslados geográficos, las travesías históricas y las simbiosis que ha tenido Oaxaca, llámese Zegache, Juchitán, o los 570 municipios que conforman el estado”, agrega Flores. Desde esta perspectiva, Demián desarrolla una serie de piezas a manera de ready mades, a partir de la alteración de objetos de uso cotidiano entre los campesinos, como son la hoz, el machete, el cuchillo, la resortera y el hacha, o de uso doméstico, como el cucharón, la escoba y el molinillo, o inclusive armas de defensa personal como pistolas y chakos, a los que incorpora copias de los fragmentos de tallas de madera dorada que se han desprendido de los altares del templo, creando así artefactos fantásticos por su carácter a un tiempo irónico y absurdo. Demián Flores “el juchilango” (de “juchiteco y “chilango”) es un artista auténticamente híbrido que consigue fusionar algo que me parece extremadamente difícil: sus profundos cuestionamientos antropológicos, históricos, filosóficos y estéticos, con una vena de humor que refleja su espíritu lúdico aunado a una fina ironía y sentido crítico que incitan al espectador a la reflexión. | web design: expomas.com |